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David, Carolina y Marcos viajaban por carretera con destino a la playa. La música sonaba a todo volumen en el auto mientras el sol comenzaba a ocultarse en el horizonte. Llevaban varias horas de viaje y decidieron buscar un lugar donde pasar la noche antes de seguir su camino. "Según el mapa, no hay pueblos cerca" dijo Carolina, revisando su teléfono. De repente, las luces del auto iluminaron un viejo cartel de madera junto a un estrecho desvío cubierto de maleza. El letrero estaba desgastado y casi ilegible, pero pudieron distinguir las palabras: "Bienvenidos a San Gregorio".
" Eso no está en el mapa ", comentó Marcos con el ceño fruncido.
David, el conductor, miró el cielo oscuro y luego la carretera desierta y dijo "No quiero seguir manejando hasta encontrar un motel. Probemos en ese pueblo". Sin más opciones, tomaron el desvío. El camino estaba cubierto de niebla y rodeado por árboles altos que parecían cerrarse sobre ellos. Avanzaron lentamente hasta que las luces del auto iluminaron las primeras casas del pueblo. San Gregorio parecía sacado de otra época. Las calles estaban empedradas, las casas eran de madera con balcones antiguos, y las farolas de hierro proyectaban una tenue luz amarilla. Lo más extraño era la gente: todos los habitantes los miraban en silencio desde las aceras. Sus ropas parecían sacadas de principios del siglo XX, y sus expresiones eran extrañamente… amables.
—Buenas noches, jóvenes —dijo un anciano con un bastón, sonriendo—. Deben quedarse. La tormenta será fuerte esta noche.
David y Carolina intercambiaron miradas nerviosas, pero Marcos, siempre más relajado, bajó la ventana.
—¿Hay un hotel o posada donde podamos pasar la noche?
El anciano asintió y señaló una casona grande en el centro del pueblo.
—La posada de Doña Elvira. Ahí encontrarán descanso.
No tenían mejor opción. Agradecieron y se dirigieron a la posada. La dueña, una mujer robusta con un vestido gris y cabello recogido en un moño, los recibió con una sonrisa cálida.
—Bienvenidos. Descansen. Mañana podrán continuar su viaje.
Algo no está bien
Después de cenar un caldo caliente, subieron a sus habitaciones. Todo parecía normal, hasta que Carolina sintió una extraña incomodidad. Se asomó por la ventana y su corazón dio un vuelco.
Abajo, en la plaza central, un grupo de habitantes estaba de pie en círculo, completamente inmóviles. No hablaban, no se movían… solo estaban ahí, mirando hacia el cielo.
—David… Marcos… despierten —susurró, sacudiéndolos.
Los chicos se levantaron adormilados, pero al ver la expresión de Carolina, supieron que algo iba mal.
—¿Qué pasa? —preguntó David.
Carolina los llevó hasta la ventana.
—Miren eso.
Los tres observaron con temor la extraña escena en la plaza. Un escalofrío recorrió la espalda de Marcos.
—Nos largamos de aquí ahora mismo.
Recogieron sus cosas rápidamente y bajaron las escaleras en silencio. Cuando llegaron a la puerta principal, se encontraron con Doña Elvira bloqueando el paso.
—No pueden irse —dijo con voz tranquila, pero firme.
—Gracias por la hospitalidad, pero debemos seguir nuestro viaje —intentó decir David con una sonrisa nerviosa.
La mujer suspiró.
—Todos dicen lo mismo la primera noche.
Sin esperar respuesta, los tres empujaron la puerta y corrieron hasta el auto. Subieron apresurados, y David giró la llave. El motor rugió y salieron disparados por la carretera de entrada.
Pero cuando llegaron a la salida del pueblo, su piel se erizó.
Frente a ellos estaba el mismo letrero viejo de bienvenida. Habían dado la vuelta sin darse cuenta.
—No… no puede ser… —balbuceó Carolina.
David giró el auto y aceleró en dirección contraria. Pasaron nuevamente por el centro del pueblo, donde los habitantes los observaban con la misma sonrisa inexpresiva. Una vez más tomaron el camino de salida… y una vez más, el mismo letrero apareció frente a ellos.
—¡Es imposible! —gritó Marcos golpeando el tablero.
Intentaron diferentes caminos, pero siempre regresaban al centro de San Gregorio. Parecía que el pueblo no los dejaría salir.
El secreto del pueblo
—Tenemos que buscar respuestas —dijo David.
Decidieron ir a la iglesia, el edificio más grande del pueblo. Estaba abierta, pero vacía. En el altar encontraron un viejo libro de registros. Sus páginas amarillentas estaban llenas de nombres escritos con pluma y tinta… y entre ellos, reconocieron algunos muy recientes.
—Estos son los nombres de personas que llegaron aquí… como nosotros —susurró Carolina.
Pasaron las páginas y encontraron un último dato aterrador: todas las fechas de ingreso tenían una fecha de muerte escrita al lado.
David tragó saliva.
—Todos los que han entrado… han muerto aquí.
Un sonido les heló la sangre.
Las campanas de la iglesia comenzaron a sonar solas, y un murmullo recorrió el aire como un susurro de cientos de voces. Afuera, los habitantes del pueblo los esperaban con expresión serena. Pero ya no parecían humanos… sus ojos eran negros, y sus pieles tenían un tono ceniciento.
—Corran —susurró Marcos.
Salieron a toda velocidad y se escondieron en una de las casas abandonadas. Debían encontrar la forma de romper el ciclo.
Dentro de la casa, encontraron un viejo diario con la historia del pueblo.
"San Gregorio fue maldito hace un siglo. Todos sus habitantes murieron en una noche de tormenta y quedaron atrapados en un bucle eterno. La única forma de escapar es nunca mirar atrás cuando el pueblo desaparezca."
—¿Nunca mirar atrás? —repitió Carolina, confundida.
Las luces del pueblo comenzaron a parpadear. La niebla se hizo más densa, y las figuras espectrales de los habitantes se acercaban.
—¡Ahora o nunca! —gritó David.
Corrieron al auto por última vez. Subieron y David aceleró por el camino de salida. La niebla los envolvía por completo, pero esta vez, el pueblo comenzaba a desvanecerse.
Recordando la advertencia del diario, mantuvieron la vista al frente. Carolina, con miedo, sintió una presencia justo detrás de ellos en el auto, susurrando su nombre. Un impulso la obligaba a voltear.
—No mires —le dijo Marcos, tomando su mano con fuerza.
La presión aumentó. Se escucharon gritos, lamentos, y voces que les rogaban mirar atrás.
Pero ninguno lo hizo.
Después de unos segundos, la niebla se disipó y el auto salió a la carretera principal. San Gregorio ya no estaba detrás de ellos.
David detuvo el auto y todos quedaron en silencio, temblando.
—¿Lo logramos? —preguntó Carolina.
Marcos asintió, pero antes de que pudieran relajarse, Carolina notó algo en el retrovisor.
En el asiento trasero del auto, alguien sonreía.
FIN.
El Pueblo Olvidado




El reloj marcaba la 1:37 a.m. cuando el teléfono de Lucía vibró en su mesa de noche. Medio dormida, estiró la mano y miró la pantalla. Número desconocido: No lo abras. Frunció el ceño. Era un mensaje extraño, sin contexto. Tal vez un error. Sus ojos se cerraban del cansancio, pero antes de dejar el teléfono, otro mensaje apareció.
Número desconocido: No respondas. No lo leas. Solo apaga tu teléfono.
Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Era una broma?. Miró la habitación oscura, iluminada solo por la tenue luz de la pantalla. Afuera, la calle estaba desierta, y el viento hacía crujir las ramas contra su ventana. Otro mensaje llegó. Número desconocido: No mires a la esquina de tu cuarto. Lucía sintió un nudo en el estómago. El miedo la invadió, pero su instinto le gritaba que no volteara. La habitación estaba en silencio… demasiado silencio. Ni el sonido del refrigerador, ni el tic-tac del reloj. Nada.
Su respiración se volvió pesada, su piel erizada. No debía mirar… pero la curiosidad fue más fuerte. Con un movimiento lento, giró la cabeza hacia la esquina oscura de su cuarto. Primero, no vio nada. Solo sombras. Luego, las sombras se movieron. Algo estaba ahí.
Una figura alta, encorvada, con extremidades delgadas como ramas secas, respiraba pesadamente. Su piel era de un negro tan profundo que parecía absorber la poca luz que entraba. Lucía sintió que su corazón se detenía. Quiso gritar, pero su cuerpo no respondía. El teléfono vibró de nuevo en su mano temblorosa.
Número desconocido: Te dije que no miraras.
De repente, la pantalla del celular se apagó. El reflejo de la luz del pasillo parpadeó en la ventana… y en ese breve destello, vio su propio reflejo en el espejo. Solo que ella no estaba sola en la cama. Detrás de ella, con una sonrisa antinatural y los ojos abiertos de par en par, la sombra se inclinaba sobre su hombro. El último sonido que se escuchó esa noche fue el golpe sordo del teléfono cayendo al suelo.
A la mañana siguiente, la madre de Lucía entró en su habitación. La cama estaba deshecha, el celular seguía en el suelo con la pantalla rota, pero Lucía no estaba por ninguna parte. El único rastro de ella era un mensaje en la pantalla: "Ahora, alguien más recibirá el mensaje."
No Contestes el Mensaje




La jungla del Amazonas, oscura y húmeda, sus árboles gigantescos susurraban con el viento, y el sonido de la vida salvaje se entremezclaba con el murmullo de los ríos. Sin embargo, algo más acechaba en la espesura, algo monstruoso. Supergirl Rosa descendió con elegancia entre las copas de los árboles, su capa ondeaba. Había recibido reportes de pescadores desaparecidos en la región, hombres que nunca volvían, dejando tras de sí solo botes flotando a la deriva, con manchas de sangre como único testigo de su destino. Siguió el rastro de cuerpos destrozados y redes rasgadas hasta llegar a una zona pantanosa. El agua oscura reflejaba luz de el sol que apenas y pasaba las nubes. Cuando, de repente, la superficie se rompió con un movimiento súbito. Algo enorme se desplazaba bajo el agua. Supergirl Rosa se preparó, con sus puños tensos y su respiración controlada.
Un silbido profundo y escalofriante resonó entre los árboles antes de que la criatura emergiera de las profundidades. Era la anaconda más grande que jamás había existido, su cuerpo grueso como el tronco de un árbol y su piel negra y verde centelleando con la humedad. Sus ojos amarillos y hambrientos se fijaron en la heroína. Con una velocidad imposible para su tamaño, la serpiente se lanzó contra Supergirl Rosa. La heroína esquivó por los aires, pero la anaconda era astuta; su cola se alzó como un látigo y la golpeó con fuerza, enviándola a estrellarse contra un árbol. La madera se quebró bajo su peso, y la heroína se incorporó aturdida, apenas logrando reaccionar antes de que la serpiente volviera a atacar.
El combate fue feroz. Supergirl Rosa lanzaba ráfagas de calor con su visión, pero la piel de la bestia era gruesa, resistente como una armadura natural. Con un rugido de frustración, la heroína cargó contra la serpiente, golpeándola con una fuerza sobrehumana en la mandíbula. El impacto sacudió el suelo y la anaconda fue lanzada varios metros, pero en lugar de huir, se enroscó y atacó con más furia. Con un movimiento veloz e inesperado, la anaconda envolvió su cuerpo alrededor de Supergirl Rosa. Su fuerza era descomunal, cada segundo apretaba más, exprimiendo el aire de los pulmones de la heroína. Supergirl intentó liberarse, pero la presión aumentaba, su cuerpo crujía bajo la constricción letal de la bestia. Su visión comenzaba a oscurecerse mientras la anaconda silbaba, victoriosa.
Por primera vez, Supergirl Rosa sintió miedo. El terror de ser vencida, de ser devorada como los pescadores antes que ella. ¿Sería este su final? La jungla, con su misterio insondable, parecía observar en silencio el desenlace de la batalla. Pero cuando todo parecía perdido, Supergirl Rosa reunió sus últimas fuerzas. Cerró los ojos y dejó que su poder interno emergiera. Con un grito desgarrador, liberó una onda de energía que hizo temblar el suelo. La anaconda chilló de dolor y aflojó su agarre apenas un instante, pero fue suficiente. Con una velocidad cegadora, Supergirl Rosa liberó sus brazos y lanzó un puñetazo directo a la cabeza de la bestia. El impacto fue brutal, partiendo una roca cercana por la fuerza del golpe. La serpiente retrocedió, aturdida, pero no vencida. Su lengua bífida siseó con furia mientras volvía a atacar, sus colmillos goteando veneno.
La heroína se elevó en el aire, esquivando el ataque, y con su visión de calor, quemó el suelo alrededor de la serpiente, atrapándola en un círculo de fuego. La criatura retorció su enorme cuerpo, buscando escapar, pero Supergirl Rosa descendió como un relámpago, estrellando su puño contra el cráneo del monstruo con una fuerza titánica. La jungla entera se sacudió con el impacto. El cuerpo de la anaconda se estremeció una última vez antes de caer inmóvil. Supergirl Rosa, cansada y cubierta de sudor y lodo, la observó con cautela. Finalmente, el depredador supremo había caído.
Con una última mirada a la bestia, la heroína tomó aire y se elevó sobre la selva, dejando atrás la oscuridad de la jungla. Los pescadores de la región podrían estar en paz nuevamente. Pero Supergirl Rosa sabía que siempre habría nuevas amenazas acechando en las sombras. Y ella estaría lista.
Pink Supergirl
La Batalla contra la Anaconda Gigante








La ciudad de San Salvador dormía bajo la fría luz de la luna, pero algo acechaba en la oscuridad. Un alienígena deforme, de piel negra y ojos brillantes como brasas encendidas, emergía de las sombras. Sus víctimas jamás tenían oportunidad de gritar: con su arma de desintegración de materia, las reducía a polvo en cuestión de segundos. Solo quedaba el eco del terror en las calles vacías.
Supergirl, vestida con su traje rojo, patrullaba la ciudad, decidida a detener la masacre. Cuando vio el resplandor verdoso de la energía destructora cerca del un hotel en la ciudad. Supergirl supo que había encontrado a su enemigo y se dirigió al lugar. Al llegar, el mostró ya se había ido del area. había subido al edificio. En las calles lacias muchas prendas de vestir quemadas; las vestimentas de las víctimas recién desintegradas.
Con un estruendo, aterrizó en la azotea del rascacielos. El alien la esperaba, su arma aún humeante de su última víctima. Sin mediar palabras, disparó. Supergirl esquivó por centímetros, sintiendo el calor abrasador de la energía a su lado. La batalla había comenzado. La criatura se movía con una velocidad inhumana, lanzando ráfagas de destrucción mientras saltaba entre las estructuras metálicas de la azotea. Supergirl voló a toda velocidad, esquivando los proyectiles hasta que ella lo alcanzó con un golpe que lo lanzó contra un tanque de agua. El metal crujió al romperse y una cascada de agua helada cubrió el suelo. El golpe dejo un poco noqueado al alien pero este no se daba por vencido. Se levantó, sus ojos brillando con un odio descomunal y correo rápidamente a la velocidad de la luz y de pronto, su garra se cerró en torno al cuello de Supergirl y la arrojó contra una antena de comunicaciones, que se partió en dos. La heroína jadeó, sintiendo el dolor recorrer su cuerpo, pero no podía darse por vencida. El alien era muy fuerte y muy rápido; incluso ella tenia cierta dificultad para seguir sus movimientos.
Reuniendo todas sus fuerzas, ella se elevó en el aire y lanzó su visión de calor. El rayo rojo ardiente impactó el arma del alienígena, haciéndola explotar en un destello cegador. Desesperado, la criatura rugió y se lanzó contra ella con sus garras extendidas, pero Supergirl lo interceptó con un puñetazo en su cabeza que resonó como un trueno. El impacto envió al alienígena al borde del edificio, pero antes de que pudiera reaccionar, Supergirl lo embistió con una velocidad impresionante, atravesando la azotea y estrellándolo contra una estructura metálica. El suelo tembló con la fuerza del choque.
El alien, aún con vida, lanzó un alarido desgarrador y sus garras se alargaron como lanzas afiladas. Se movió con agilidad sobrehumana y atrapó a Supergirl en un ataque feroz, hundiendo sus garras en su costado. La heroína gritó de dolor mientras la sangre manchaba su traje rojo. La criatura, con una risa espeluznante, susurró en su idioma gutural algo incomprensible. Pero Supergirl no podía rendirse. Con un rugido de furia, se liberó con un estallido de fuerza sobrehumana, atrapando al alien por los brazos y girándolo en el aire antes de lanzarlo contra una torre de enfriamiento. El monstruo se estrelló contra la estructura, levantando una nube de polvo y escombros.
Respirando con dificultad, la heroína descendió con un último golpe, rompiendo la columna vertebral del alienígena con una patada demoledora. La criatura se retorció en agonía, su cuerpo emitiendo un brillo espectral antes de empezar a desmoronarse en cenizas. Supergirl lo sujetó por el cuello y lo alzó sobre el borde del edificio. "Tu reinado de terror termina aquí", susurró antes de lanzarlo al vacío. La criatura se estrelló contra el pavimento, dejando solo una mancha oscura y un silencio sepulcral en la noche de San Salvador. Aún con su respiración entrecortada, Supergirl observó el horizonte. Sabía que esto no era el final, que otras amenazas acechaban en las sombras.
Con un último vistazo a la ciudad, alzó el vuelo, perdiéndose en la oscuridad, lista para la próxima batalla.
Terror en San Salvador








El sol resplandecía en lo alto, reflejando su luz dorada sobre las olas que besaban la arena con dulzura. Daniel había decidido tomar unas vacaciones en la costa, buscando escapar del bullicio de la ciudad y encontrar un poco de tranquilidad. Con su mochila al hombro y los pies hundidos en la arena tibia, caminaba sin rumbo fijo, dejándose llevar por la brisa marina.
Mientras observaba el paisaje, una voz dulce lo sacó de sus pensamientos. "Parece que eres nuevo por aquí", dijo una chica con una linda sonrisa y un traje de baño negro muy seductor. Su cabello rubio brillaba bajo el sol, y sus ojos azules reflejaban el inmenso océano. "Me llamo Sofía. Vivo cerca y conozco cada rincón de esta playa. ¿Quieres que te la enseñe?"
Daniel, sorprendido por la espontaneidad de la joven, asintió con una sonrisa. Juntos recorrieron la orilla, descubriendo cuevas escondidas, formaciones rocosas que el mar había moldeado con el tiempo y pequeñas piscinas naturales donde los peces nadaban despreocupados. La energía entre ellos se volvía más intensa con cada paso, cada roce accidental que dejaba en el aire un deseo latente. Sofía le habló de la historia del lugar, de las leyendas que los pescadores contaban y de cómo el atardecer desde la colina cercana era uno de los espectáculos más hermosos que alguien podía presenciar.
Cuando el sol comenzó a descender, encontraron un rincón apartado entre las rocas. Sofía lo miró con una chispa traviesa en sus ojos. "¿Te gusta el mar de noche? Es aún más emocionante", susurró, acercándose lo suficiente para que Daniel sintiera su aliento cálido contra su piel. Sin pensarlo, él deslizó una mano por su espalda, atrayéndola suavemente hacia él. Sus labios se encontraron en un beso lento, profundo, que encendió un fuego en ambos. La brisa marina envolvía sus cuerpos mientras sus manos exploraban con deseo contenido, cada roce despertando una necesidad insaciable.
Sofía, con una sonrisa traviesa, se apartó suavemente y comenzó a caminar hacia el agua. "Ven, el agua está perfecta", dijo antes de meterse al agua. Su cuerpo brillaba bajo la luz mientras se sumergía con gracia en el agua salada. Daniel la observó fascinado, sintiendo cómo su deseo aumentaba con cada movimiento de ella en el agua. Finalmente, sin poder resistirse, se deshizo de su camiseta y la siguió, sumergiéndose en la frescura, donde el juego entre ellos continuó en la intimidad de la noche.
El sonido de las olas rompía en la distancia, pero para ellos solo existía aquel momento, aquella sensación de piel contra piel, de susurros entrecortados y caricias furtivas. Daniel supo entonces que aquel viaje había cambiado todo, que Sofía no era solo un encuentro pasajero, sino el inicio de algo que lo consumiría por completo.
La noche cayó sobre la playa, y en aquel rincón escondido, entre la arena y el murmullo del mar, se entregaron al deseo que había nacido con el primer atardecer juntos.
Amor en la Playa








El sol del atardecer entraba por las enormes ventanas del estudio, proyectando sombras suaves en las paredes blancas. Marcos ajustó su cámara con precisión, su atención completamente enfocada en la mujer que tenía delante. Isabella, una rubia de piel dorada y curvas exquisitas, se acomodó el tirante de su traje de baño rosado, sonriendo con una mezcla de picardía y desafío. "¿Así está bien? "preguntó, deslizando los dedos por su muslo, dejando que su cabello ondeara suavemente. Marcos tragó saliva. Llevaba años fotografiando modelos, pero Isabella tenía algo especial. No era solo su belleza; era la forma en que lo miraba, como si estuviera jugando con él, como si supiera que su sola presencia lo tenía al borde.
"Perfecto" respondió con voz firme, aunque su pulso latía más fuerte de lo que quería admitir. Levantó la cámara y comenzó a disparar. Isabella posó de diferentes maneras, inclinando la cadera, arquearcando la espalda sutilmente, dejando que la tela del bikini se ajustara aún más a su cuerpo. Era una provocación en movimiento.
—Dime qué quieres —susurró Isabella de repente.
—Más. —La respuesta de Marcos salió automática.
Ella sonrió y desapareció tras el biombo. Unos minutos después, emergió con el siguiente atuendo: otro traje de baño rosado ajustado, orejas de conejita y medias hasta los muslos. Cuando Marcos la vio, sintió que el aire se le atascaba en la garganta. "Joder…" murmuró sin darse cuenta. Isabella se acercó lentamente, con pasos medidos, disfrutando la tensión en el aire.
—¿Te gusta? —preguntó, ladeando la cabeza mientras pasaba los dedos por su propia cintura, bajando hasta la cadera.
Marcos inspiró profundamente. Necesitaba mantenerse profesional, pero ella no lo estaba haciendo fácil. Levantó la cámara y comenzó a fotografiarla de nuevo. Isabella posó de espaldas, apoyando las manos en las rodillas y girando la cabeza para verlo. Su expresión era una mezcla de inocencia y pecado. "Así. Mantente así " murmuró él, capturando cada detalle de la escena.
Ella sonrió, disfrutando el efecto que tenía sobre él. Se movió con lentitud, inclinándose aún más, dejando que las sombras y la luz dibujaran cada curva de su cuerpo. "Ahora el último cambio" dijo Isabella con un destello en los ojos.Tardo unos minutos pero cuando salió del biombo, llevaba un pantalón jeans y un top ajustado que marcaba cada línea de su cuerpo. Caminó hacia un gran espejo en la pared y apoyó su cuerpo sobre él y depuesto levantó sus manos para que Marcos tomara la foto . Después del flash, Isabella bajo su mano y recorrió lentamente su propia cintura, como si estuviera explorándose.
Marcos bajó la cámara. "¿Qué haces?"preguntó Isabella alzando una ceja, divertidamente. Él avanzó con pasos lentos, su mirada encendida. "No necesito más fotos. esto lo quiero ver de cerca." Isabella sonrió y lo miró fijamente. "Entonces ven" respondió ella mientras se volteó y quedo mirando al espejo. Marcos se acercó hasta quedar justo detrás de ella. Sus manos se posaron en su cintura, sintiendo la suavidad de su piel a través de la tela. Isabella exhaló un suspiro entrecortado y se arqueó apenas contra él.
—Desde que llegaste, no has dejado de provocarme —susurró Marcos contra su cuello.
Ella sonrió, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado para darle acceso a su piel. "¿Y qué vas a hacer al respecto?"
Marcos deslizó los labios apenas sobre su cuello, un roce eléctrico que la hizo cerrar los ojos. Sus manos se deslizaron lentamente por su vientre, explorando cada curva con una calma desesperante. Isabella presionó su cuerpo contra él, sintiendo su calor. "desabrocha el pantalón" susurró ella. Marcos obedeció, sus dedos desabrochando lentamente el botón, bajando el zipper centímetro a centímetro mientras Isabella jadeaba suavemente. ¿Así? preguntó él, con la voz densa de deseo mientras ponía su mano adentro de sus ropa interior. Sus dedos encontraron el calor de su piel, su suavidad, su temblor imperceptible. Isabella se mordió el labio, arqueando la espalda contra él, su cuerpo pidiendo más sin necesidad de palabras. Ella sonrió, y llevando la otra mano de Marcos a sus pechos, le dijo "No pares".
Marcos exhaló con fuerza, sus labios rozando el lóbulo de su oreja antes de besar la línea de su cuello con una mezcla de adoración y hambre contenida. Sus dedos se movieron con precisión, explorándola con la devoción de un artista creando su obra maestra. El le dio un apretón a los pechos de Isabella y luego ella inclinó la cabeza hacia atrás, apoyándose en su hombro, dejando que el placer la envolviera. Su mano habían encontrado lo que buscaba desde que Marcos comenzó a tocarla. Su mano ya estaba adentro de los pantalones de Marcos. "Quiero verte reaccionar. Quiero que veas lo que me provocas." dijo Marcos y en ese momento, supo que ya no había vuelta atrás.
La habitación se llenó de susurros, de respiraciones entrecortadas, de la tensión insoportable de dos cuerpos que se anhelaban desde el primer momento en que se vieron.
Enfoque Íntimo








Sofía llevaba horas caminando por un sendero solitario en las montañas. Le encantaba la sensación de perderse en la naturaleza y estar muy lejos del ruido de la ciudad. Aquel día, el sol brillaba con fuerza y el aire olía a tierra húmeda después de la lluvia de la noche anterior. El sendero, en el que Sofia caminaba, se volvía cada vez más angosto, rodeado de árboles altos y retorcidos cuyas ramas parecían garras alzándose al cielo.
Aunque su aplicación de mapas le indicaba que el camino era seguro, algo en el ambiente se sentía raro. Fue entonces cuando vio las primeras huellas. Eran enormes, demasiado grandes para ser de un humano. Se detuvo un momento, sintiendo un escalofrío recorrer su espalda. - Tal vez un oso - murmuró para sí misma, aunque en el fondo sabía que no parecían huellas de oso. Sofia siguió caminando, pero la sensación de ser observada comenzó a crecer en su pecho. Los sonidos del bosque parecían haberse apagado. Ya no se escuchaban pájaros ni el zumbido de insectos, solo sus propios pasos y su respiración cada vez más agitada.
De repente, un crujido a su izquierda la hizo girar la cabeza. Entre los árboles, entre las sombras, algo la miraba. Sofía entrecerró los ojos y sintió que su cuerpo se paralizaba. Era un rostro. No el de un animal. No el de un hombre. Era grande, grotesco, con la piel rugosa y grisácea, como piedra tallada. Ojos profundos y oscuros la observaban desde las sombras. Su boca era ancha, con dientes irregulares, y parecía sonreír de una forma imposible, como si su mandíbula pudiera abrirse más de lo normal.
Sofía dio un paso atrás, sintiendo su corazón martillar contra su pecho. El ser no se movió, pero su respiración era audible, un sonido grave y profundo, como el viento silbando a través de un hueco en la tierra. Entonces, sin previo aviso, se desvaneció entre los árboles.
Sofía no esperó a descubrir qué era. Giró sobre sus talones y comenzó a correr por el sendero, ignorando la punzada en sus piernas y la falta de aire en sus pulmones. Solo quería salir de allí. Pero mientras huía, algo la aterrorizó aún más. Al pasar junto a un viejo árbol caído, su mirada se desvió por un segundo y allí, entre el follaje, vio otro rostro igual, observándola con la misma sonrisa imposible.
Ya no era uno. Eran muchos. La montaña estaba viva y la estaba dejando ir solo porque quería que volviera.
El Rostro en el Bosque






Marcos nunca había creído en supersticiones. Era un hombre práctico, lógico. Pero cuando vio aquel espejo en la subasta de antigüedades, sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. El marco de madera oscura estaba cubierto de símbolos extraños, grabados con precisión inquietante. El vidrio tenía un leve tono opaco, como si ocultara algo detrás de su superficie. El subastador mencionó que el espejo pertenecía a una vieja mansión abandonada, una propiedad con un historial de desapariciones sin resolver. Nadie más hizo una oferta, pero por alguna razón, Marcos lo compró.
Desde que lo colgó en su habitación, algo en el ambiente cambió. Al principio, fueron cosas pequeñas. Una sensación de incomodidad al mirarlo, un escalofrío inesperado al pasar junto a él. Pero luego, empezaron los detalles más inquietantes. Marcos notó que su reflejo tardaba en imitar sus movimientos. Un segundo de retraso. Luego, dos. En ocasiones, sentía que el reflejo lo observaba cuando él no lo miraba directamente. Pero la peor parte fue cuando, una noche, después de apagar la luz, vio que su reflejo todavía estaba allí. De pie en la oscuridad del espejo.Encendió la luz de golpe. Su reflejo seguía allí, con la misma postura. Por si eso no fuera suficientemente inexplicable, su reflejo tenia una leve sonrisa que él no tenía. El miedo se apoderó de él, pero intentó racionalizarlo. “Estoy cansado”, se dijo, respirando hondo. Sin embargo, esa noche durmió con la luz encendida.
A la noche siguiente, las cosas se pusieron peor. Cuando se miró al espejo antes de dormir, su reflejo no lo imitó. Se quedó quieto, sin respirar. Su reflejo lo observaba fijamente, inmóvil, con los ojos demasiado abiertos, demasiado oscuros. De pronto, el reflejo parpadeó pero Marcos no lo había hecho. El terror lo paralizó. Corrió hacia el espejo y lo cubrió con una sábana, intentando ignorar el frío intenso que emanaba de él. Esa noche, mientras dormía, escuchó un susurro en la habitación: "No puedes esconderme". Se despertó de golpe, el corazón martillándole el pecho. La sábana seguía sobre el espejo pero ahora tenía marcas de manos presionadas contra el vidrio desde adentro.
Al día siguiente, Marcos investigó. Encontró registros sobre el espejo en un viejo foro de casos paranormales. Se decía que perteneció a una familia desaparecida en extrañas circunstancias. La leyenda aseguraba que el espejo atrapaba las almas de quienes lo poseían, esperando el momento de intercambiarse con alguien más. Marcos sintió el pánico apoderarse de él. Decidió deshacerse del espejo. Lo bajó de la pared y lo llevó al sótano de su casa, arrojándolo en un rincón oscuro y cubriéndolo con una lona.
Cuando regresó a su habitación, sintió que el alma se le salía del cuerpo. El espejo estaba de vuelta, colgado en la pared y su reflejo lo estaba esperando. Su copia sonreía, pero esta vez la sonrisa era más amplia, más antinatural. Sus ojos brillaban con algo oscuro, inhumano. "Ya es hora" susurró el reflejo con una voz distorsionada. El terror absoluto lo hizo retroceder, pero sus piernas dejaron de responder. Sentía como si algo invisible lo jalara hacia el espejo. Intentó gritar, pero su voz no salió. Marcos vio con horror cómo su reflejo levantaba una mano y la acercaba al cristal. El vidrio se onduló como agua y luego, su reflejo salió. Marcos sintió un tirón brutal. En un instante, fue succionado al interior del espejo, como si alguien lo hubiera jalado desde el otro lado.
Ahora, Marcos está atrapado dentro del espejo. Grita y golpea el vidrio, pero nadie puede escucharlo. Desde su prisión de cristal, ve su propio cuerpo moverse por la habitación pero no es él; es su reflejo y ahora vive su vida.
El Espejo del Pasado






La sala de yoga estaba bañada por una luz baja, con velas aromáticas que perfumaban el aire con una mezcla de vainilla y canela. El murmullo de la música relajante se deslizaba entre los cuerpos que se movían lentamente en posturas precisas. Clark intentaba concentrarse en su respiración, pero Amber lo hacía imposible. Ella siempre vestía de rosa, con esos leggings ajustados que abrazaban cada curva de su cuerpo y un top corto que apenas cubría el impulso de su respiración. Sabía lo que hacía. Cada estiramiento, cada movimiento de cadera, cada giro lento de su cuello estaba calculado para ser observado. Y Clark no podía dejar de mirarla.
A Amber le gustaba mucho ser el centro de atención; le gustaba que todos la vieran cuando hacia yoga en especial cuando hacia que aquellas poses fueran mas eroticas. Cuando ella se inclinó hacia adelante, la línea de su espalda se arqueó con una perfección imposible, sus caderas levantadas en el aire justo frente a él. "Concéntrate en el ejercicio, Clark" susurró Amber sin girarse, pero con una sonrisa traviesa en los labios. Él tragó saliva, sintiendo el calor trepar por su pecho.
Al final de la clase, cuando los demás comenzaron a irse, Amber se quedó en su lugar, estirando lentamente, como si disfrutara prolongando la tensión. Clark estaba a punto de salir cuando ella habló. "Te has distraído mucho hoy" dijo, con la voz suave pero cargada de intención. Clark giró la cabeza y la vio inclinarse contra la pared, con una ceja arqueada. "Tú lo haces difícil" respondió, su voz más grave de lo que esperaba. Amber sonrió y se acercó lentamente, hasta que su cuerpo quedó a centímetros del suyo.
"Tal vez lo hago a propósito." dijo Amber. El aire entre ellos se espesó. Clark sintió su aliento cálido rozar su piel cuando Amber se inclinó apenas, sin tocarlo, pero dejando que su aroma dulce lo envolviera. ¿Vas a hacer algo al respecto? susurró. Clark no respondió con palabras. Su mano se deslizó lentamente desde la espalda sugeríos hasta llegar a la cintura de Amber, atrayéndola hacia él. Ella suspiró contra su boca justo antes de que sus labios se encontraran en un beso lento y profundo, como si hubieran estado conteniendo esa explosión durante demasiado tiempo.
Amber también no se guardó nada y sus manos sujetaron los muslos de Clark. "ahora vero por que haces mucho ejercicio" dijo Amber mientras seguía acariciando su cuerpo. Los músculos de Clark se tensaron cuando sintió la mano de Amber in en dirección de su entrepierna. La suavidad de su piel, el calor de su respiración acelerada. Clark tomo del pelo a Amber y le dijo "Te detendrás ahora?" A lo que Amber contesto con una sonrisa "No me pasaría por la mente hacerlo" dijo.
Amber no apartó sus ojos de los de Clark, mientras sus dedos continuaban su travesía. Clark sintió cómo el calor de sus palmas se acercaba peligrosamente a donde más lo deseaba. "¿Qué estás haciendo?" preguntó Clark, aunque su cuerpo ya estaba respondiendo a sus avances, traicionando cualquier intento de resistencia. Amber sonrió maliciosamente, inclinándose hacia adelante hasta que sus labios rozaron su oído. "Ya lo sabes," susurró, su aliento caliente provocando escalofríos que recorrieron su espalda. "Y tú no quieres que me detenga."
Clark no pudo evitar gemir levemente cuando Amber finalmente lo tocó, su mano deslizándose con firmeza y delicadeza al mismo tiempo. Cada movimiento suyo era una mezcla de provocación y ternura, y Clark sintió que su autocontrol se desvanecía rápidamente. Con un gruñido suave, movió sus manos y las metió por abajo de la camisa que llevaba Amber. Clark sintió los pechos perfectamente redondos y suaves de Amber y los apretó con muchas fuerza. "No me esperaba menos de ti" susurró Clark.
Clark levanto por completo la sudadera de Amber y sus pechos quedaron ante sus ojos. Sus pechos eran redondos y suaves, con una curvatura delicada que parecía esculpida por la mano de un artista. La piel, tersa y luminosa, se adaptaba a la perfección a la forma natural, creando una silueta armoniosa y atractiva. Su suavidad invitaba al tacto, como si fueran de seda, y su redondez perfecta evocaba una sensación de equilibrio y belleza. Después de contemplarlos, Clark decidió darle unos mordiscos y cuando lo hizo, el sitio como la mano de Amber también hacia lo mismo
Los minutos pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Los dos no querían que aquello terminara por lo que decidieron detenerse y continuar su acalorado encuentro en otro lugar. Un lugar en el cual nadie los interrumpiera y en el cual pudieran hacer todo lo que habían pensado libremente. No solamente el tocar sus cuerpos mutuamente.
Respiración Profunda






El bosque estaba muerto. No había viento, no había pájaros, ni siquiera el murmullo de las hojas moviéndose. Solo el sonido de la respiración entrecortada de Marcos y el latido frenético de su corazón. El fuego detrás de él se extinguía poco a poco, dejando el aire cargado de humo y cenizas. Su única fuente de luz desaparecía. Y con la oscuridad… venía él.
THUMP… THUMP… THUMP…
Los pasos de la criatura resonaban en la tierra húmeda, lentos, pesados, como si disfrutara alargar el momento. Marcos intentó calmar su respiración, pero cada bocanada de aire le quemaba la garganta. No había escapatoria. Entonces, la neblina se partió en dos. Ahí estaba; La bestia era más alta de lo que recordaba, casi tocaba las ramas bajas con sus cuernos retorcidos. Su piel negra parecía una combinación de piedras y madera quemada, con grietas por donde se filtraba un brillo rojizo, como si el infierno lo habitara por dentro. Sus garras se flexionaban lentamente, como si ya pudiera sentir la carne cediendo bajo su filo. Sus ojos… sus malditos ojos. Dos brasas rojas lo miraban fijamente, sin emoción, sin compasión.
Marcos sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Sus piernas querían correr, pero estaban ancladas al suelo. Su cuerpo entero temblaba como si supiera lo inevitable. Pero tenía que intentarlo.
Con un movimiento torpe, sacó la escopeta que llevaba. Sus dedos resbalaban por el sudor. Solo tenía pocas balas. Apuntó directo al centro del pecho de la criatura. ¡BANG! El disparo resonó en el bosque y la bestia ni siquiera se movió; ni un paso atrás, ni un gesto de dolor. Solo siguió caminando, con esa maldita sonrisa de dientes afilados abriéndose en su rostro deformado.
¡BANG! Otro disparo. Esta vez a la cabeza. Nada.
Marcos sintió su sangre helarse. Era imposible. La bestia inclinó su cabeza, como si se burlara de su futilidad. Luego gruñó, un sonido muy fuerte y profundo, que hizo vibrar el suelo bajo sus pies. Marcos dio un paso atrás y corrió. Corrió con todas sus fuerzas, sus piernas apenas respondiendo al pánico que lo invadía. La maleza lo golpeaba, los troncos de los árboles pasaban a su lado como sombras alargadas. Pero no importaba cuán rápido corriera, el sonido de los pasos detrás de él seguía ahí.
THUMP… THUMP… THUMP… Más cerca. THUMP… THUMP… Justo detrás de él. Entonces, sintió el aire a su espalda moverse… algo lo golpeó con la fuerza de un tren.
Marcos salió despedido por los aires y su cuerpo chocó contra el suelo con violencia. Su visión se nubló un instante. Algo caliente resbaló por su frente; Sangre. Intentó moverse, pero una garra afilada se cerró alrededor de su tobillo y lo arrastró de vuelta a la oscuridad. Pataleó, se aferró a las raíces del suelo, gritó hasta desgarrarse la garganta. Pero era inútil. La bestia se atrevió a girarlo boca arriba, y la criatura se inclinó sobre él. La respiración de la bestia era caliente y fétida, impregnada con el olor del metal oxidado… de sangre.
Marcos aun tenia la escopeta en su mano por lo que la cargo nuevamente. Apunto al ojo de la criatura y disparo. La bestia lo soltó por un momento mientras se movía de lado a lado con dolor. Pero en cuestión de segundos enfocó su vista nuevamente en su presa. Marcos intentó hablar, suplicar, pero su voz no salió. Solo pudo mirar, impotente, cómo el monstruo alzaba su brazo, con sus garras brillando bajo la luz de la luna. El golpe llegó antes de que pudiera gritar.
El bosque volvió al silencio.
La Sombra en el Bosque








El cielo estaba cubierto por una espesa capa de nubes negras cuando Mario y Andrés llegaron a la finca abandonada en las afueras de Chalatenango. El viejo terreno, alguna vez próspero, ahora yacía en ruinas, devorado por la maleza y el tiempo. Los árboles torcidos parecían formar figuras grotescas en la oscuridad, y el viento silbaba entre las ramas, susurrando advertencias que ambos ignoraron. "¿Estás seguro de que aquí es donde desaparecieron los otros?" preguntó Andrés, con su cuerpo tembloroso."Eso dicen… pero seguro es solo un cuento para asustar" respondió Mario con una risa nerviosa, aunque su mirada traicionaba su inquietud.
Los rumores sobre la finca hablaban de un monstruo. Un hombre alto, de cuerpo humano, pero con la cabeza que se parecía a la de una vaca putrefacta y ojos sin alma. Se decía que caminaba con un hacha gigante en las manos, acechando a quienes osaban entrar en su territorio. Algunos aseguraban que era el espíritu de un antiguo granjero, maldito por haber hecho un pacto con el diablo y traicionado su promesa de sangre. Mario y Andrés no creían en esas historias; hasta que escucharon el primer ruido. Un crujido seco. Un sonido inhumano, como un resoplido gutural seguido de un paso pesado.
Los dos se miraron. Sus corazones se aceleraron al unísono. "Debe ser un animal" susurró Andrés, pero su voz carecía de convicción. Mario miró hacia el granero derrumbado y encendió su linterna para ver que era lo que estaba causando esos sonidos. La luz temblorosa iluminó una silueta en la oscuridad. Era enorme. Más alto que cualquier hombre que hubieran visto. Sus piernas eran gruesas y musculosas, y sus brazos colgaban a los lados con una fuerza amenazante. Pero lo que les heló la sangre fue su rostro: la cabeza de una vaca, con la carne podrida colgando en jirones y ojos lechosos que brillaban con un fulgor maligno.
El hombre vaca levantó su hacha, el filo reflejando la escasa luz de la linterna.
—¡Corre! —gritó Mario, pero ya era tarde.
El monstruo se movió con una velocidad inhumana, cruzando la distancia en segundos. Andrés logró disparar con la pistola que llevaba en la cintura, e impacto a la criatura en su pecho y en el hombro; las otra balas no dieron en su objetivo. Pero las dos balas no hicieron nada.
El hacha descendió con un silbido mortal y se detuvo en el pecho de Mario quien aun con la hacha en su pecho, logro disparar dos tiros en la cabeza de la criatura. Las balas no hicieron nada otra vez mas que solo enojar a la criatura. La criatura jalo nuevamente el hacha, giro rápidamente y con su hacha corto el brazo que sostenía el arma. El brazo de Mario voló por los aires y cayó cerca de Andres. Después la criatura empujo a Mario y se hecho a correr para alcanzar a Andres.
Andres tomó el arma de el brazo de Mario y se hecho a correr en dirección opuesta a la criatura. "Esto no puede ser real" gritó Andres con miedo y desesperación.
Andres corría desesperado entre los árboles, con la criatura pisándole los talones. Sus pasos eran pesados, cada vez más cerca. Cuando tropezó y cayó al suelo, vio al monstruo emerger de los arboles: alto, con su cabeza de vaca con sangre y el hacha ensangrentada. Temblando, sujetó la pistola con las dos manos y disparó. ¡BANG! La bala atravesó el pecho de la criatura sin hacerle daño. ¡BANG! Otro disparo… nada.El monstruo avanzó. Atrapándolo con una mano enorme comenzó a jalarlo de los pies. Andres gritó y pataleó, pero no pudo liberarse. La bestia lo miró con sus ojos muertos, disfrutando su miedo.
El hacha se alzó y descendió con brutalidad. Un corte limpio. Andres sintió su pecho abrirse en un estallido de dolor. Su visión se nubló mientras la sangre empapaba la tierra. Lo último que vio fue la silueta de la criatura alejándose, arrastrando su hacha, en busca de su próxima víctima. Los cuerpos de Mario y Andrés fueron encontrados destrozados, sus rostros congelados en expresiones de terror absoluto. La finca volvió a quedar en silencio. Y el hombre vaca siguió esperando en la sombra… para el próximo intruso.
La Maldición del Hombre Vaca






Laura tenía 27 años y una pasión por la enseñanza. Desde que terminó la universidad, había trabajado como tutora privada, ayudando a estudiantes a mejorar sus calificaciones y superar sus dificultades académicas. Se tomaba su trabajo en serio, siempre manteniendo el profesionalismo con cada alumno. Pero cuando aceptó dar clases a domicilio a Daniel, un joven de 20 años que necesitaba mejorar en matemáticas, algo dentro de ella comenzó a cambiar.
Desde la primera clase, Laura notó que Daniel era distinto a otros estudiantes. No era el típico chico distraído o inseguro. Tenía una mirada intensa, una confianza natural que parecía desafiarla en todo momento. No tardó en darse cuenta de que disfrutaba provocarla de forma sutil: se inclinaba demasiado cerca cuando ella revisaba sus ejercicios, sostenía su mirada más tiempo del necesario y a veces le lanzaba comentarios con doble sentido que la dejaban con el corazón latiendo más rápido. Laura intentaba ignorarlo. Se repetía a sí misma que él era solo un estudiante, pero no podía negar la atracción que se encendía entre ellos cada vez que le daba las clases.
Una tarde, después de varias semanas de clases, Daniel la recibió en su casa con una sonrisa más confiada de lo habitual. Esta vez, ellos estarían solos. Los padres de Daniel habían salido y la casa estaba en completo silencio, salvo por el sonido de la lluvia golpeando las ventanas.
—Hoy tengo ganas de aprender algo nuevo —dijo él, con un tono que hizo que el estómago de Laura se encogiera.
Ella se aclaró la garganta, tratando de mantener la compostura. "Bueno, veamos el ejercicio que te dejé la última vez".
Daniel no se movió de su lugar. En cambio, la observó con esa mirada oscura y desafiante.¿Siempre eres así de estricta, Laura? —preguntó con una media sonrisa—. Debe ser agotador estar siempre tan… controlada.
Laura sintió un escalofrío recorrer su piel. Sabía que debía detener aquello, pero su cuerpo traicionó a su mente cuando se inclinó levemente hacia él. "No estoy controlada" murmuró, casi como si intentara convencerse a sí misma.
Daniel sonrió, como si hubiera ganado un pequeño juego. Se acercó aún más, hasta que sus rostros estuvieron a escasos centímetros y le dijo "Demuéstramelo".
El aire entre ellos se volvió denso, cargado de electricidad. Laura sintió su respiración acelerarse cuando él levantó una mano y rozó suavemente su brazo, recorriendo su piel con la yema de los dedos. "Esto es una mala idea" susurró ella, pero no se movió. Daniel inclinó la cabeza y rozó sus labios con los suyos en un beso lento, pausado, como si estuviera esperando que ella se apartara. Pero Laura no lo hizo. El beso comenzó con suavidad, una exploración cautelosa que pronto se transformó en algo más profundo, más intenso. Laura sintió el calor subir por su cuerpo cuando las manos de Daniel descendieron lentamente por su espalda, delineando su figura con una seguridad que la hizo estremecer. Su manos se detuvieron en sus muslos. "Al fin tengo lo que he deseado por mucho tiempo" dijo Daniel en voz baja.
El sonido de la lluvia era el único testigo de cómo su respiración se volvía más pesada, de cómo sus dedos se aferraban a la tela de la camisa de él mientras sus labios seguían encontrándose con hambre creciente. La mesa de estudio crujió ligeramente cuando Laura se apoyó en ella, dejando que Daniel la rodeara con su cuerpo, acortando la distancia entre ellos hasta que no quedó ni un milímetro de espacio entre sus cuerpos. "Eres preciosa " murmuró él contra su cuello, dejando un rastro de besos que hicieron que ella cerrara los ojos, perdiéndose en la sensación.
Laura suspiró, sus manos viajando por la firmeza de su torso, sintiendo su piel arder bajo la suya. Todo en su interior le gritaba que se detuviera, que aquello era una locura. Pero en ese momento, con la lluvia golpeando la ventana y el deseo apoderándose de sus sentidos, no quiso ser racional. La clase de matemáticas quedó olvidada. Esa noche, entre susurros y caricias ardientes, Daniel y Laura descubrieron una lección mucho más intensa, una que ninguno de los dos tenía prisa por terminar.
Cuando la lluvia cesó y el aire en la habitación se enfrió, Laura se quedó observando a Daniel, aún con el corazón latiendo con fuerza. "Definitivamente aprendí algo nuevo hoy" dijo él con una sonrisa traviesa. Laura suspiró, con una sonrisa de satisfacción en los labios. "No te acostumbres, Daniel. La próxima clase sí será de matemáticas". Pero en el fondo, ambos sabían que esa no sería la última vez que explorarían juntos una lección mucho más placentera que cualquier ecuación.
Lecciones Privadas






En las noches más oscuras, en una carretera solitaria de El Salvador, los viajeros han contado una historia que hiela la sangre. Una mujer de belleza imposible, vestida de blanco, aparece en la orilla del camino, pidiendo un aventón a la ciudad más cercana; muchos han cedido a su encanto. Ninguno ha llegado con vida.
Los que la ven y han hablado con ella pero no le han ayudado, la describen como una mujer joven y atractiva con una belleza hipnotizante. Su cabello largo y negro cae en ondas suaves, enmarcando su rostro de facciones definidas y simétricas. Sus ojos son llamativos, intensos y expresivos, resaltados por un maquillaje que los hace aún más penetrantes. Sus labios, pintados de un negro mate, le dan un aire seductor y misterioso. Su piel es clara, con un brillo sutil que resalta su elegancia. Viste un vestido blanco satinado con tirantes delgados, que realza su figura. En su cuello siempre lleva un choker negro con un adorno en forma de colgante, lo que le da un aire gótico o enigmático.
Ellos también hablan de una curva en el bosque, donde la niebla es espesa y las sombras parecen moverse. Parece ser que en ese lugar es donde han ocurrido todos los accidentes fatales. Algunos cuerpos son encontrados entre los restos del vehículo, pero el de la mujer nunca.
- El Hombre que Solo Vio Belleza -
Luis Ramírez era un hombre de negocios que regresaba tarde de una reunión. Mientras conducía, vio a una mujer de cabello negro alta y elegante. Al borde de la carretera. Cuando ella le hizo una señal con la mano, Luis no dudó en detenerse. Don Luis detuvo su auto para ver si le podia ayudar y a cambio ella le podia hacer uno favor. Ella tenia una mirada hipnotizante. —"¿Necesitas ayuda?"— preguntó, tratando de sonar despreocupado. A lo cual a mujer sonrió levemente y con una voz suave respondió: "¿Podría llevarme a la ciudad?". Luis sintió un escalofrío, y aunque noto que su piel estaba un poco pálida; su deseo fue más fuerte. Le abrió la puerta.
Mientras manejaban, ella permaneció en silencio, mirando el camino con expresión triste. Pero cuando entraron al bosque, la radio comenzó a fallar. Las luces del auto parpadearon. Luis le dijo a la mujer que no se asustara que no era nada de que preocuparse. De pronto ella sonrió de una forma que no era humana. Luis sintió el aire congelarse a su alrededor y, antes de poder reaccionar, la mujer desapareció del asiento del copiloto. Luis se preguntaba que era lo que había pasado y con una mano se restregó los ojos mientras sostenía el timón con la otra. La mujer en realidad había desaparecido. De repente, Luis vio el rostro de la mujer reflejado en el espejo retrovisor como si ella estuviera en el asiento trasero. Luis no pudo mantener la vista al frente y giró su cabeza rápidamente para dar un vistazo al asiento trasero. No había nadie. Cuando Luis puso la vista en el camino nuevamente; ya era muy tarde. El auto se salió del camino.
A la mañana siguiente, su vehículo fue encontrado destrozado contra un árbol. Luis tenía los ojos abiertos de par en par y su rostro congelado en una expresión de puro terror. Pero no había ninguna señal de la mujer.
- El Camionero que No Creía en Fantasmas -
Don Manuel era un camionero con dieciocho años de experiencia. Había escuchado cientos de historias de cosas inexplicables que pasaban en la carretera y no creía en ninguna. Una noche, mientras cruzaba la ruta hacia la capital, vio a una figura blanca a la distancia.
—"Otra loquita pidiendo un aventón"— murmuró, riendo.
Pero cuando la luz de sus faros iluminó su rostro, su risa se apagó. Era la mujer más hermosa que había visto en su vida. Sin pensar demasiado, detuvo el camión.
—"¿Hacia dónde vas, muñeca?"
—"A la ciudad."— respondió con su voz melancólica.
Manuel no preguntó más. Solo la dejó subir.
Pero mientras avanzaban por el bosque, el camión comenzó a pesar más y más, como si algo invisible lo arrastrara hacia abajo. Los luces delanteras de su camión se encendían y se apagaban como por arte de magia. Las sombras entre los árboles parecían moverse. Cuando Manuel miró de reojo a su pasajera, ella ya no estaba pero su voz aun seguía sonando dentro del camión.
—"Me llevaste muy lejos… Ahora es tu turno."
De repente, el volante giró solo y el camión se volcó, cayendo en un barranco. El cuerpo de Manuel fue encontrado entre los restos del camión la mañana siguiente. Sus ojos estaban completamente negros. Algunos dicen que el alma del camionero aún recorre la carretera, repitiendo la última frase que escuchó antes de morir: "Ahora es tu turno..."
- El Joven que Nunca Llegó a la Fiesta -
Carlos tenía 19 años y esa noche iba a una fiesta en la ciudad. Iba solo, con la música a todo volumen en su auto deportivo. Justo cuando iba a comenzar a cruzar el bosque para llegar a la ciudad, Carlos vio a una mujer vestida de blanco al borde de la carretera pidiendo un aventón. Sus amigos siempre decían que en la vida había que aprovechar las oportunidades, y él vio una gran oportunidad frente a él. La mujer era hermosa. Carlos detuvo el auto, bajó la ventana y sonrió. "Te llevo, preciosa". Ella lo miró y, con una sonrisa extraña, subió al auto. Carlos apagó la musica y comenzó a hablarle a la mujer pero ella no tenia interés en hablar con el. Ella no respondió a ninguna de la preguntas que Carlos le hacia.
Carlos pensaba que elle era tímida y que por eso no quería hablar por lo que a el todo parecía normal hasta que de repente el sintió un frío helado dentro del vehículo. Aunque el tenia la calefacción encendida. Carlos dirigió la vista para ajustar el aire y todo estaba normal pero cuando levanto la vista para preguntarle a la mujer como se sentía, esta ya no estaba. había desaparecido.
El retrovisor reflejaba algo imposible. La mujer estaba sonriendo de manera antinatural, con dientes demasiado largos y afilados. "¡¿Qué demonios?!! gritó Carlos. La mujer giró lentamente la cabeza hacia él y dijo "Vamos a la ciudad, ¿recuerdas?" Pero cuando Carlos intentó abrir la puerta para saltar del auto en movimiento. Sus manos no se movieron. Su cuerpo estaba paralizado. La mujer desapareció en un parpadeo, y de repente, Carlos vio luces acercándose a toda velocidad. Un camión iba directo hacia él. El choque fue instantáneo.
Cuando la policía llegó, encontraron su auto destrozado. El conductor del camión, al ser interrogado, juró una y otra vez que vio a una mujer vestida de blanco que acompañaba al copiloto.
A pesar de los accidentes, la gente sigue viendo a la mujer de blanco en la carretera. Nadie sabe quién es. Nadie sabe de dónde viene o si incluso esta viva o es solo un espíritu. Pero si alguna vez manejas por esa carretera solitaria en la madrugada y ves a una hermosa mujer vestida de blanco pidiendo un aventón. Es mejor que no te detengas porque quizás su destino no sea la ciudad… sino tu propia tumba.
La Dama de la Carretera:
Tres Encuentros con la Muerte






Guatemala - En las calles más oscuras de la Ciudad de Guatemala, donde la justicia parece un sueño imposible, los criminales creen que la noche es su aliada y les brinda la oportunidad de hacer lo que quieren sin ningún castigo. Pero están equivocados. Cuando el sol se oculta, una sombra se desliza entre los edificios, acechando a quienes han escapado de la ley. Su nombre es Akane Hoshida, una guerrera con raíces japonesas, entrenada desde niña en las artes del ninjutsu. Nadie sabe cómo llegó a Guatemala, ni quién la envió, pero una cosa es segura: su misión es eliminar a los criminales más peligrosos de la ciudad.
Una noche, un poderoso narcotraficante, de un grupo llamado El Dragón Rojo, celebraba en su penthouse el robo de mas de 3 millones de quetzales de el banco central. El estaba rodeado de guardaespaldas por lo cual creía que nadie se atrevería a enfrentarlo. Pero entonces, las luces parpadearon y el terror comenzó. Uno a uno, sus hombres desaparecieron en las sombras. No hubo disparos, no hubo gritos, solo el sonido de una katana cortando el aire.
El líder de el Dragón Rojo, Xin Jai sintió un escalofrío recorrer su espalda. Cuando volteó, una figura vestida de negro con una máscara rojiza estaba frente a él, con los ojos afilados como dagas. "Tu reinado de terror acaba esta noche". Jai intentó huir, pero fue inútil. Akane se movió con una velocidad sobrehumana, esquivando cada bala que le disparaban. Con un salto, aterrizó detrás de él y su katana brilló por última vez bajo la luna. Ella le quito la vida a Jai con un corte en su pecho seguido de otro en el cuello.
Esa misma noche, cuando la ciudad dormía y las calles estaban casi vacías, Akane se preparaba para su siguiente misión. Pero un grito desesperado la hizo detenerse en la azotea donde vigilaba la ciudad. A lo lejos, una mujer lloraba mientras veía cómo un auto negro se alejaba a toda velocidad. En el suelo, su esposo agonizaba tras ser atropellado. El conductor ni siquiera se detuvo. Akane saltó desde la azotea y aterrizó sobre su motocicleta negra. Con un rugido del motor, comenzó a seguir el auto del fugitivo.
El conductor, un hombre borracho con el rostro rojo por el alcohol, no se percató de la sombra que lo seguía. Pero ella ya lo había sentenciado. Desde su moto, Akane sacó un kunai y lo lanzó con precisión quirúrgica. La llanta trasera del auto explotó. El vehículo perdió el control, derrapó y se estrelló contra un poste. El hombre salió tambaleándose, sin entender lo que acababa de pasar. Pero cuando levantó la mirada, ella ya estaba ahí, con su katana apuntándole al cuello.
—"Los inocentes no deben pagar por tus pecados."— susurró Akane.
Antes de que pudiera reaccionar, lo golpeó con el mango de su espada, dejándolo inconsciente. Al día siguiente, la policía encontró al conductor amarrado con cuerdas negras, con un shuriken incrustado en su chaqueta, marcado con el símbolo de un dragón en llamas.
Nadie sabe quién es la cazadora, ni de dónde viene. Solo saben que, cuando cae la noche, los criminales de Guatemala tienen algo más que la policía de qué preocuparse. Porque la sombra siempre está mirando y la justicia nunca duerme.
La Sombra de la Noche:
La Cazadora Ninja de Guatemala








Mexico - En un pequeño y olvidado pueblo de México, escondido entre montañas y árboles centenarios, existía un antiguo pozo de los deseos. A diferencia de otros pozos comunes, este no aceptaba monedas cualquiera; solo el oro tenía el poder de conceder deseos. Esto podia ser cualquier cosa que tuviera oro buco como en anillos, aritos y muchos mas objetos.
Los ancianos del pueblo contaban historias sobre él. Decían que fue construido por conquistadores españoles hace siglos, y que en su interior aún yacían las almas de aquellos que habían intentado usar su poder. “Nunca lances oro en ese pozo”, advertían. “Porque lo que concede. Al comienzo estarás feliz con tu deseo pero depuesto te darás cuenta que ese deseo se paga con sangre.”
El hombre que deseó riqueza
Un día, un comerciante ambicioso llamado Humberto Pérez escuchó la leyenda y decidió probar su suerte. Viajó por dos días, desde otro estado, para poder ir adonde se encontraba el pozo. Con una pepita de oro en la mano, se acercó al pozo a medianoche y la dejó caer en la oscuridad. "Quiero ser el hombre más rico de mi pueblo," murmuró. El agua negra del pozo pareció absorber el oro sin dejar rastro. Por un momento, nada ocurrió. Al siguiente día, Humberto despertó con la noticia de que un familiar lejano había fallecido y le había dejado una fortuna incalculable. El deseo se había cumplido. Eufórico, disfrutó de su nueva riqueza por muchos meses. Se gasto la mayoría del dinero obtenido en fiestas, mujeres, alcohol y en compras de lujo. Los meses pasaron y Humberto vivía su vida felizmente hasta que comenzaron a ocurrir extraños sucesos. Sombras sin rostro lo acechaban en la noche; no impórtala si dormía en su casa, en un hotel o incluso en su auto, el siempre miraba esas extrañas sombras. Objetos se movían solos en su casa. Lo que mas le asustaba era que su reflejo en los espejos no le devolvía la mirada. Dos meses después de que los extraños acontecimientos comenzaron, encontraron su cuerpo en el fondo del pozo, con los ojos abiertos en una expresión de terror. No había señales de lucha, ni explicación de cómo había caído. Pero en su bolsillo, aún brillaba la misma pepita de oro que había lanzado hace meses.
El joven que deseó amor
Tiempo después, una joven llamada Estela, desesperada por el amor de un hombre que no le correspondía, lanzó un anillo de oro al pozo."Deseo que él me ame para siempre," susurró con lágrimas en los ojos. Al día siguiente, el hombre que tanto deseaba se arrodilló ante ella, obsesionado, sin poder apartarse de su lado ni por un segundo. Pasaron dos días y todo parecía perfecto hasta que su amor se convirtió en locura. El hombre que ahora se encontraba encantado no comía, no dormía, no hablaba con nadie más. Solo miraba fijamente a Estela, día y noche, con una sonrisa enferma en el rostro. Cuando ella intentó alejarse, él la persiguió con furia, hasta que una noche la abrazó con tanta fuerza que le rompió los huesos. Cuando la encontraron, cuatro dias después de haber pedido su deseo, él estaba sentado a su lado, murmurando: "Para siempre, para siempre, para siempre..." con los ojos vidriosos y las manos cubiertas de sangre.
El niño que deseó ver a su madre
El último en probar suerte fue un niño huérfano, que solo deseaba una cosa: ver a su madre fallecida una vez más. Con manos temblorosas, lanzó un pequeño pendiente de oro al pozo, piso su deseo y se fue a casa de su tia, quien era la que lo cuidaba. Esa noche, el niño escuchó golpes en su ventana. Al principio no le puso mucha atención por que pensó que calvez eran las ramas de los árboles chocando contra su ventana. Los golpes seguían y se hacían mas fuertes hasta que decidió mirar afuera. Su madre estaba allí, sonriéndole. Pero algo en su rostro no era normal. Sus ojos estaban demasiado hundidos, su piel demasiado pálida. Su voz, cuando habló, sonó hueca y gélida: "Hijo… ábreme la ventana". El niño, entre lágrimas, corrió hacia la ventana mas grande de su cuarto. Pero antes de abrirla, el reflejo en el vidrio le mostró la verdadera forma de su madre: un cadáver en estado de descomposición, con la boca abierta en un grito eterno. A la mañana siguiente, el niño fue encontrado en su habitación, con los ojos completamente negros y una sonrisa macabra en el rostro. No respiraba, no tenía pulso… pero sus labios aún murmuraban "Gracias, pozo".
Hoy en día, el pozo aún permanece en el pueblo, cubierto de maleza y olvidado por todos. Pero a veces, en las noches sin luna, se escucha un eco lejano proveniente de sus profundidades como si alguien, o algo, aún estuviera esperando más oro. Así que si alguna vez encuentras un antiguo pozo en un pueblo perdido de México, y te prometen que puede cumplirte cualquier deseo… piénsalo dos veces antes de tirar una moneda de oro. Porque en NotiLocura sabemos que los deseos pueden convertirse en tu peor pesadilla.
El Pozo de los Deseos: Oro a Cambio de Pesadillas




Ciudad de Guatemala - Oculto entre la maleza y el paso del tiempo, se encuentra un hospital abandonado, un lugar del que pocos se atreven a hablar y menos aún a visitar. Durante el día, es solo un edificio en ruinas, con paredes agrietadas y pasillos cubiertos de polvo. Pero cuando cae la noche, los que han osado acercarse cuentan historias escalofriantes sobre una presencia que aún deambula entre las sombras…
Dicen que si caminas cerca del hospital en la madrugada, puedes ver una figura en la ventana del tercer piso: una enfermera joven y hermosa, con su uniforme blanco impecable y una cofia de otra época. Su piel es pálida como la luna, sus ojos grandes y oscuros, y su es muy bonita pero a la misma vez es fría, casi hipnótica.
"Pensé que era alguien real," relató un guardia nocturno que trabajó cerca del hospital. "Me llamó con la mano y, por alguna razón, me sentí obligado a entrar. Su voz era dulce, pero sentí un escalofrío que me recorrió el cuerpo."
Al cruzar el umbral, el guardia sintió que el aire se volvía denso, cargado de un olor extraño a medicamentos viejos y algo más… algo podrido. Cuando alzó la vista, la enfermera ya no estaba en la entrada, sino detrás de él.
"No la vi moverse. Solo… apareció atroz de mi. Me miraba con esos ojos negros y entonces supe que algo estaba terriblemente mal."
Los rumores cuentan que, hace décadas, ese hospital albergó un pabellón psiquiátrico donde se realizaban tratamientos inhumanos. Pacientes olvidados por sus familias eran sometidos a electroshocks y cirugías experimentales. Entre ellos, había una enfermera de otro país, llamada Rachel Smith, conocida por su belleza y amabilidad y su deseo de ayudar a todos los pacientes que pudiera.
Se decía que, en las noches, ella visitaba a los pacientes más débiles y les susurraba palabras de consuelo antes de llevarlos a la sala de operaciones, de donde nunca regresaban. Cuando el hospital cerró abruptamente tras un misterioso incendio, su cuerpo nunca fue encontrado.
A lo largo de los años, exploradores urbanos han entrado al hospital abandonado, buscando pruebas de su existencia. Algunos lograron salir con fotos borrosas de una silueta que parece ser una enfermera vestida de blanco en los pasillos, otros con grabaciones de susurros inexplicables. Pero algunos no tuvieron la misma suerte dado que nunca volvieron.
La leyenda dice que si ves a la enfermera en la ventana y ella te sonríe, es mejor que corras y no mires atrás. Porque si decides entrar al hospital, ella te dará la bienvenida con su dulce voz… y nunca más saldrás.
El hospital sigue allí, esperando. Y ella también.
La Enfermera del Hospital Abandonado: Un Fantasma Hermoso y Mortal


Izalco, El Salvador – Lo que comenzó como una exploración rutinaria terminó con un hallazgo que podría cambiar la historia. Abigail López, una experimentada exploradora y geóloga, asegura haber descubierto tres enormes huevos de color naranja y apariencia escamosa dentro de un pequeño cueva el Volcán de Izalco.
"El suelo temblaba levemente, y el aire estaba cargado de un calor sofocante y un dolor a azufre muy fuerte. Al entrar en la cueva, vi tres enormes formas ovaladas semi cubiertas de ceniza… pero lo más extraño fue que uno de ellos se movió y dejó escapar un vapor caliente", relató López, aún sin poder creer lo que vio.
Los huevos, de casi 25 céntimos de altura cada uno, parecían hechos de piedra volcánica, pero al tocarlos, Abigail sintió que algo en su interior latía lentamente. Preocupada por la naturaleza del descubrimiento, tomó los huevos y salió de la cueva para buscar señal y contactar a expertos. Al no tener suerte alguna, ella tomo unas fotos y decidió caminar hasta el ultimo campamento para ver si su teléfono celular funcionaba. Dejando los los huevos atrás; sobre un pequeño crater.
Cuando regresó con un equipo de investigadores alrededor de una hora mas tarde, el pequeno crater estaba vacío. No había huevos, solo ceniza revuelta, grietas humeantes y marcas de quemaduras en la roca. Pero lo más inquietante fueron unas huellas extrañas impresas en el suelo de lava endurecida… como si algo hubiera salido caminando de la cueva hacia el pequeño crater y tomo los huevos de regreso a esta.
Habitantes de la zona aseguran haber visto una silueta gigantesca sobrevolando el volcán pero no la vieron completamente por los humos que salían de algunos de los respiraderos. “Era enorme, con alas que oscurecían la luna y ojos rojos como brasas. Dejó un rastro de ceniza en el aire y luego desapareció entre las nubes y el vapor”, contó un residente.
Las autoridades han restringido el acceso a varias áreas del Volcán de Izalco, citando actividad sísmica inusual, pero algunos creen que están encubriendo algo más. Mientras tanto, expertos en criptozoología han analizado las fotos tomadas por Abigail y sugieren que podrían ser los primeros indicios de dragones en la era moderna.
¿Podría ser que los dragones nunca fueron solo una leyenda? ¿O se trata de un fenómeno aún más inexplicable? Seguiremos informando.
Exploradora encuentra tres huevos de dragón en el volcán de Izalco.






Playa El Zonte, El Salvador – Lo que comenzó como un atardecer tranquilo en la costa salvadoreña se convirtió en una escena sacada de una pesadilla. Varios residentes y pescadores afirman haber visto un antiguo barco pirata emerger de la niebla, con velas rasgadas y maderas podridas, navegando silenciosamente hacia la orilla.
"Al principio pensé que era una broma o una atracción turística, pero el barco… se veía viejo, demasiado real, y no hacía ni un solo ruido. Era como si flotara sin tocar el agua", relató un testigo.
El misterio se tornó en terror cuando, según los testigos, varios hombres con ropa de otra época, desgarrada y cubierta de algas, comenzaron a descender lentamente del barco, cargando pesadas cajas de madera con extraños símbolos piratas grabados. Sus rostros estaban ocultos bajo sombras de sus sombreros, y lo más aterrador, según quienes los vieron de cerca, era que no parecían estar vivos.
"Caminaban de manera extraña, sus botas apenas dejaban huellas en la arena mojada. Uno de ellos levantó la cabeza y sus ojos… no tenían brillo, solo dos agujeros oscuros que me helaron la sangre", contó un lugareño que prefirió mantenerse en el anonimato.
Algunos pescadores intentaron acercarse con trozos de madera y cuchillos, pero en cuando ellos se acercaban al area donde esto estaba pasando, la madera del barco crujió como si gimiera, y una ráfaga de viento helado les puso la piel de gallina. “Fue como si el aire se secara de repente, no podíamos respirar bien”, dijo otro testigo.La noticia corrió rápidamente y, cuando algunos valientes decidieron acercarse nuevamente una hora después del primer encuentro. El barco ya no estaba. Solo quedaron las marcas de pisadas profundas en la arena… y el rastro de algo arrastrado hacia la selva cercana.
Las autoridades locales han declarado que no hubo ningún barco en la zona y que posiblemente se trate de una ilusión provocada por la neblina y las condiciones del mar. Sin embargo, los residentes insisten en que lo que vieron fue real, y algunos aseguran haber escuchado cánticos lejanos y el eco de carcajadas siniestras provenientes de la playa la noche siguiente.
¿Qué contenían las misteriosas cajas? ¿Quiénes eran esos piratas? ¿Fue una simple aparición o algo más oscuro está despertando en las costas salvadoreñas? El océano guarda secretos… y algunos no quieren ser descubiertos.
Seguiremos informando.
Terror en la Costa: Aparece Misterioso Barco Pirata en Playa de El Salvador y Su Tripulación Desembarca con Cajas Extrañas






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